El Museo Liceo Egipcio, con el objetivo de mostrar las riquezas de su colección artística y, a través de ella, dar a conocer la milenaria cultura del Nilo, comienza el nuevo año con el propósito de destacar cada mes una de las obras que alberga. A través de la pieza se intentará mostrar y explicar al público un aspecto de la cultura de los faraones. Para el primer mes, la pieza que se destaca es una máscara de momia que nos desvelará algunos de los misterios de las creencias funerarias de los egipcios. Fue realizada en cedro del Líbano. Un árbol muy importante en las creencias religiosas egipcias. Ya que según un mito, habría cubierto el cuerpo de Osiris, el dios de los muertos. A lo que hay que añadir que cualquier tipo de madera de calidad era muy valiosa para los egipcios, dada su escasez.
El rostro posee un leve tono barniz sobre un fondo blanco propio de la representación femenina. Las mujeres eran mostradas en el arte del Antiguo Egipto con la tez blanca. Era considerado un signo de belleza femenina. Las mujeres pasaban, generalmente, el día administrando la casa, mientras que los hombres en las labores del campo. Por ello, los rostros de los varones eran representados en tonos ocres, más morenos. El rostro se corona con una vívida y colorida decoración floral.
Máscaras funerarias que se introdujeron de forma generalizada en el Primer Período Intermedio y en el Reino Nuevo, con la democratización religiosa del Más Allá que ocurre en ésta época en Egipto. Anteriormente, sólo el faraón poseía entidad espiritual, a lo que llamaban Ba. En época predinástica, ya se realizaban máscaras para los cuerpos de los reyes. Se realizaron hasta época romana, con los llamados retratos del Fayum. Anteriormente se habían realizado en madera, cartonaje y cuentas de fayenza. En el Imperio Antiguo, durante las dinastías, IV y VI, en el tercer milenio antes de Cristo, las máscaras se realizaban con finas capas de yeso moldeadas directamente sobre el rostro, o en su defecto, sobre la parte superior del envoltorio de lino que cubría la cara de la momia. Parecía que funcionaba, también en cierta medida, como cabeza de reserva del difunto. Por si la perdía en el Más Allá. Uno de estos moldes se halló en el templo funerario de Teti, faraón de entorno al 2300 a.C. Hoy se cree que en realidad puede ser una obra de época grecorromana. Sin duda, la máscara funeraria más famosa del mundo es la que portaba el faraón Tutankhamón. Realizada en oro e incrustaciones de piedras preciosas.
La finalidad básica de la máscara es identificar a la momia. Cuyo rostro se encuentra cubierto por vendas de lino tras la momificación. Los antiguos egipcios consideraban que en el último aliento vital su Ba, una esencia espiritual cercana al concepto occidental de alma, salía por la boca y se separaba del cuerpo que había habitado durante la vida. Sólo volvería a él tras el Ritual de Apertura de la Boca, un proceso mágico de revivificación de la momia que se realizaba a la entrada de la tumba. La máscara servía para que el Ba reconociese, una vez momificado, su propio cuerpo.
La época en la que se realizó la máscara, el Tercer Período Intermedio, se data entre el 1069-747 a.C. En éste momento, Egipto se encuentra dividido entre dos poderes. El Bajo Egipto con capital en Tanis y el Alto Egipto bajo los sumos sacerdotes de Amón en Tebas. Los llamados períodos intermedios de la historia egipcia tienen como característica esa descentralización del poder. Unas veces por luchas internas y otras por intromisión exterior.
La máscara femenina a la que hemos dedicado éste mes, es una de las cuatro de éste tipo que posee el Museo Liceo Egipcio. Anteriormente, engrosaba los fondos de una colección privada de arte egipcio en Zúrich.