Una pequeña parte del Museo de Física del s. XIX del colegio de los PP. Agustinos, se traslada temporalmente a una sala en el Museo Liceo Egipcio para poder ser mostrado a los leoneses. Entre los instrumentos, hay algunos aparatos de medida pero también figuran inventos que han revolucionado nuestras vidas, como el teléfono de d’Arsonval o los famosos de Graham Bell. También podremos conocer el precursor de lo que llegó a ser el tocadiscos, el cual casi ha pasado también a formar parte de los museos en detrimento de otras formas más modernas para escuchar música. Se trata del fonógrafo de Edison. Se expondrá el tornillo de Arquímedes, inventado por este matemático griego en el s. III a. C., fue un artilugio muy útil para sacar un líquido y subirlo a partes más elevadas. Otros son objetos curiosos, a veces meros adornos como el emblemático reloj de sol, capaz de disparar un cañón al alcanzar las doce del mediodía.
Entre todos los aparatos que allí se muestran se intercalan algunos que hoy han pasado a ser juguetes, eso sí, basados en la física que nos rodea por todas partes. Estos y otros grandes inventos supusieron un gran avance en la ciencia, además de contribuir al desarrollo de la física, la química y la ciencia en general, contribuyendo al bienestar de parte de la humanidad.
Prof. Dr. Aniceto Iglesias López
El Museo Liceo Egipcio de León inaugura el próximo sábado una exposición dedicada a los monumentos megalíticos, concretamente los dólmenes existentes en Castilla y León. La muestra realiza un recorrido por los mismos con fotografías, vídeos e información arqueológica sobre los mismos. La exposición se detendrá, dentro de los diferentes monumentos megalíticos que ofrece la comunidad en el dolmen de Pardo de las Cruces de Ávila, los dólmenes de la Nava Negra, Cubillejo, Arnillas y Mazariegos de Burgos. En cuanto a la provincia de Salamanca, se centra en los monumentos de Terriñuelo y Zafrón. Mientras que en la provincia de Zamora podemos ver los dólmenes de Casetón de los Moros y Las Peñezuelas entre otros de las restantes comunidades de Castilla y León.
El Museo Liceo Egipcio realiza está exposición para dar a conocer y poner en valor el patrimonio megalítico de la comunidad, en concreto, y de España en particular. Un gran desconocido de la riqueza arqueológica de nuestro país.
Para ello, ha unido la inauguración de la exposición a la presentación del nuevo libro de Manuel Pimentel, Dolmen, que se centra en ésta temática.
Un novela que nos sumerge en los arcanos de la época megalítica. Dolmen es el título de la nueva novela que acaba de publicar la editorial de Almuzara, obra de Manuel Pimentel, quien nos adentra en los secretos insondables de estas colosales piedras, enclavadas en lugares de fuerza, que unen a la Humanidad con la Tierra y con los Cielos.
Se trata de un original thriller que transporta al lector del siglo XXI a la época megalítica para desvelar un terrorífico crimen que se ha perpetrado mediante un rito prehistórico en el Aljarafe sevillano, donde se enclava uno de los mayores dólmenes del mundo.
Descubrir el misterioso secreto que se oculta bajo los crímenes de esas piedras es la misión de la arqueóloga, Artafi Mendoza, quien comprende por su profesión que las técnicas policiales del presente están desfasadas en este tipo de escenarios; hay que recurrir a la arqueología, la única ciencia posible que puede explicar cuál es el poder y la influencia que estas mágicas estructuras ejercen sobre sus habitantes.
Así, y dentro de este marco, el autor discurrirá por una época poco transitada por este tipo literatura, donde pondrá a prueba sus conocimientos sobre arqueología, que aportarán a este thriller la coartada perfecta para dilucidar el móvil que mueve a los hombres a actuar de una determinada forma.
Y es que los dólmenes siempre estuvieron ahí, poderosos, desconocidos y pacientes, orillados por la ciencia, despreciados por el siglo de las tecnologías; por eso irradian una extraña energía que, hoy en día, las almas sensibles comienzan a percibir. Quizás, por esa razón, alguien desea que el dolmen regrese hasta nosotros…
Manuel Pimentel Siles (Sevilla, 1961) ha publicado las novelas Peñalaja; Monteluz; Puerta de Indias; La Ruta de las Caravanas; El Librero de la Atlántida; El Arquitecto de Tombuctú; El decálogo del Caminante; y El sabio enamorado y el jardín del Califa.
También es autor de varios ensayos entre los que destacan El Talento; El Manual del editor; El Libro de la Escritura Vital; Blas Infante. Andalucía, Teoría y Fundamento Político; Resolución de Conflictos; Tombuctú, andalusíes en la ciudad perdida del Sáhara así como Escuela de Oratoria.
También tiene publicados libros de relatos como Leyendas de Tartessos; Leyendas de Medina Azahara; El autobús verde y blanco o La Yurta. Es editor y director del programa Arqueomanía, en TVE.
IGOR YEBRA Y EL BALLET. POÉTICA EN MOVIMIENTO
A Betty,
Mi luciérnaga.
Dios, úneme con una buena bailarina.
William Shakespeare
Deberíamos considerar perdidos los días en que no hemos bailado al menos una vez.
Friedrich Nietzsche
Sakura va a realizar la ceremonia del té japonesa, cha-no-yu, para Osamu y su familia en su casa de Kioto. Ataviada con un quimono floral y sobre el pardo tatami, comienza introduciendo los elementos del servicio de té en base a la armonía zen. Sigue un orden decreciente de pureza que parte del agua y continúa con el resto de elementos. Hasta que la bebida se disfrute, e incluso después, todo se rige por unas reglas y códigos estrictos que ambicionan conscientemente una perfección inasible. A pesar de esta cruel certeza, perseguida. Han bebido por segunda vez. Las tazas serán cubiertas por sus platos y se retirarán. El agua podría haber estado a una mejor temperatura y las hojas de té podrían haber reposado unos segundos más. Mañana se pulirán éstas deficiencias. Así, el bailarín se somete a unas rígidas normas en busca de la perfección. Acumulando ilusión y frustración a partes iguales. Héroe en el intento de realización de un imposible. Como la ceremonia del té, el ballet busca vivir en armonía, ennoblecer los gestos y hacer la existencia más agradable y hermosa.
El bailarín gira grácil con el mundo, al ritmo de las mareas y las estaciones en una mística cadencia que solo él siente y que en cada pirueta se ansía por conocer y someter infructuosamente. Él es el intérprete del lenguaje del universo. Que no es verbal, sino rítmico y móvil. En esa armonía, los opuestos se reconcilian, las nieblas se disipan y los fantasmas desaparecen. Todo, por unos instantes cobra sentido, o deja de ser necesario que lo tenga.
El baile es un sentimiento dinámico, activo, físico. Que tiene como punto de partida la materia, el cuerpo. Para con él como herramienta, tan débil, mundana y perecedera, alcanzar el infinito. Es paradójico. Conquistar tan excelso reino, vencer a un dragón tan poderoso, utilizando un arma tan quebradiza como el cuerpo humano. Un sentimiento que siempre me ha invadido cuando veo a Igor bailar es la anulación de todo aquello que define el cuerpo y las reglas que lo someten. Cuando la música inunda la sala a oscuras, mientras el público, con el aliento contenido, secuestra con sus retinas la imagen del bailarín y este comienza su danza ritual, se apodera de mí, inexorablemente, un sentimiento de atemporalidad. Como la niebla en un pueblecito portuario, el tiempo se suspende ingrávido, ausente. La luz, que todo lo ilumina tras el rito, no me parece divina, como en la imaginería religiosa. Sino vulgar. Me despierta de la ensoñación a la que he sido transportado por la música y el movimiento del chamán. En las creencias de las antiguas tribus, el chamán entra en contacto con la divinidad gracias a los sonidos rítmicos y reiterativos que se apropian de su cuerpo movido por gestos y convulsiones en una danza ancestral. La música y la danza son una puerta a lo santo. Tanto personal, como comunitaria. La etnia sufí afincada en Sudán del Norte realiza bailes multi- tudinarios cada viernes, durante horas, para entrar en contacto con la divinidad. Juntos, como una masa única e informe poseída por el ritmo celestial. En el ballet atisbo la misma esencia mística que en éstas danzas sagradas. Y en Igor Yebra veo a un chamán moderno que es capaz de transportarnos a un lugar que no descubriríamos sin su arte. (Extractos del Catálogo de la Exposición).
Raúl López López
David Campos (León, 1986) presenta su primera exposición museística una visión propia, una técnica depurada y personal y un tema de importancia capital. Las instantáneas de David Campos poseen una luz fílmica, casi onírica, que no resta realismo a las historias que cuenta, sino que las acerca más a la retina del espectador. Las hace palpables, sudables y vívidas. Personas, edificios y paisajes pueblan la Europa del fotógrafo. Rezumando una historia que en ciertos momentos se convierte en un peso, un lastre, para el europeo. Pero sin duda un honor y acicate hacia el futuro, siempre incierto.
Una Europa decadente y palaciega, habitada por esplendores de otro tiempo. La modernidad ingerente, necesaria y reestruturadora. La música que ambienta e inunda Europa desde el violinista de Cracovia hasta la pompa dorada de la Ópera de Viena. El frío del norte europeo. Los inviernos de chimenea, música y lectura. La cultura, arquitectura o pintura. Las grandes cimas del desarrollo humano. Y al lado el más infecto de los inodoros de su crueldad.
Los paisajes helados y agrestes, pero no inaccesibles, sino caminables, humanos, no intimidantes. Esa Europa del este que tanto se ha modificado en los últimos decenios. Las imágenes de David Campos nos muestran la pátina a penas visible de la impronta comunista. El edificio de viviendas clonadas, comunitario, en el que los solitarios individuos observan la ausencia de futuro desde la ventana. Las noches en los que los suelos empedrados de antiguas ciudades con ecos medievales y renacentistas hacen refulgir sus adoquines a la luz de las farolas.
Y la primavera en el sur de Francia, el verde intenso coronado por las copas de los árboles reivindicando su logar en el paisaje. El olor a césped recién cortado, un banco al fondo y una lectura. ¿Proust quizá? Un atardecer entre ruinas, que tras el objetico de David Campos, en su mágica apropiación de la luz, compiten con un a Acrópolis florida y desenfadada. La mira del fotógrafo nos recuerda nuestra pertenencia a una cultura y tradición a través de lugares donde nuestra historia se ha escrito con letras mayúsculas. Y otros, cotidianos y discretos, desapercibidos instantes en los que se aprecia, sin forzar la vista, el fluir de lo que ayer, hoy, y mañana será Europa. Desde Lisboa hasta Budapest, de la música a la pintura, del capitalismo al vago recuerdo del comunismo.
La doble herencia sobre la que se sustenta la cultura europea, la que brota desde los pensamientos de Sócrates a toda la Hélade y las palabras de los descendientes de Abraham, se manifiesta en la colección de instantáneas de David Campos en las imágenes de catedrales y en las de de uno de los iconos de la Shoá, el Holocausto. Las sombras de la luz que proyecta Europa. De ésta, debemos de enorgullecernos de su organización política y los logros históricos que los ciudadanos europeos han conquistado en ésta materia. Democracia y libertad. Las diferentes instituciones políticas que muestra la exposición, como el Parlamento Húngaro de Budapest o el edificio de Reichstag de Berlín, nos lo recuerdan.
La muestra presenta cuarenta instantáneas de diferentes países europeos desde la fría República Checa hasta una Lisboa con aires transatlánticos. Un viaje, que como toda odisea, no es sólo física, sino mental, espiritual, cultural. Una aventura que nos lleva a otro lugar aunque sigamos en el mismo sitio.
Raúl López López
EXPOSICIÓN Y PRESENTACIÓN “CRISTÓBAL HALFFTER. UNA VIDA PARA LA MÚSICA”
El Museo Liceo Egipcio, continuando con su compromiso con las artes y la cultura en general, no solamente con la Egiptología, dedica su nueva exposición temporal a una de las figuras más importantes de la música mundial del último sigo. Cristóbal Halffter, compositor clásico y director de orquesta español, es uno de los exponentes de la llamada Generación del 51, que renovó el panorama musical español con la introducción de las técnicas de la vanguardia europea, como el dodecafonismo y el serialismo. En 1953, su Concierto para Piano ganó el Premio Nacional de Música, al que siguió una exitosa carrera como autor que muy pronto adquirió fama y reconocimiento internacionales. En 1968 la ONU le encargó la composición de una cantata para conmemorar en Nueva York el veinte aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos. Para el célebre violonchelista ruso Mstislav Rostropóvich, escribió su Concierto núm. 2 para chelo y orquesta. En el año 2000, en el Teatro Real de Madrid, se estrenó su ópera Don Quijote, con libreto de Andrés Amorós y basada en la obra inmortal de Miguel de Cervantes, por quien profesa honda admiración. Es autor de dos óperas más, así como de un extenso catálogo de piezas orquestales y vocales que lo acreditan como uno de nuestros compositores más afamados y respetados en todo el mundo.
El próximo sábado 12 de noviembre a las 19:00 hrs., el propio Cristóbal Halffter presentará su obra “Una Vida para la Música”, editado por Almuzara e inaugurará la exposición.